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finios, donde quedó ® e mi valor satisfecho. Pues segunda vez llevó *8 u ¡ereado su pellejo, ^ u íme á Granada , por ver jj 11 hombre, á quien fama dieron guapo de Santaella, í sin reparo busquélo. saqué desafiado, \ í' los primeros encuentros P lt ^ó confesión , y yo ^ ausenté al punto, sabiendo 1 ц е me : buscaba la sala !? 011 recalo y con anhelo, ? c fui por fin á la Corte, guilde en tres meses riñeron Se,s guapos en desafio >mig° en sitios diversos. una vuelta á Luqeua, ·. desde allí pasé al reino e laen , donde case", P 0r tener algún sosiego. as en las carnicerías SUc edió un donoso cuento, J4e un garduño de las bolsas *“ a la mano metiendo, P'Ta agarrarme la mía ; yo con inncho silencio, c °u el rejon dije : Amigo, J e medíese con aquesto. ^ eché las tripas defuera, ) luego con paso leuto fui; y de allí lag justicias *J*bre unas cargas quisieron ideami uarme ; mas yo p C e que fuesen huyendo. >a el tabaco y Ja sal •ni mantenimiento.
'nv e b ------------ 0 I P° r ser Jaon gran charco, ţ, r ° busqué mas pequeño. e ^lóuces me mudé á Cabra, y uoude estuve viviendo, v¡a c °u otros alentados d 8® s hacia al puerto, ţ 0( j e sin sacar despacho, 4u e ° S ^ ueron f“ H a lentos, hi i l,u uca tuve embarazo Aj ° R M ue conmigo fueron. P a sé á Cádiz uu dia,
donde á un almacenero once cargas de tabaco compré con mis compañeros. Hubo soplo, y al salir, descuidados nos cogieron; vendiéronnos los caballos, y quedamos sin rPmedio. Dejé pasar unos dias. no muchos, y al cabo de ellos con las. armas en la casa del gobernador me eulro. Eché la llave, y subí, mi trahuçp previniendo ; y dije ; Señor hidalgo, vo vengo por el dinero que importaron los caballos y las cargas, porque es cierto que estoy tan pobre, que ya casi que comer no tpugo ; y esto sin réplica sea, porque yo vengo por ello. El hombre todo turbado, sacó al instaute el ditterò en doblones, y pagó ; y quedamos después de esto amigos para otra vez. Eu Puerto-Real me acuerdo, que el arrendador de allí quiso embarazar, y luego que hube sacado las cargas, me fui á su casa corriendo. Pregunté si estaba en casa, las mugeres respondieron : Si señor; mas vuelva usted, porque ahora está durmiendo. Entré, en una sala baja, donde tenia su lecho, v con un tercerolazo allí me lo dejé muerto. Sucedióme en el camino, que faltándome el dlucrp, eu la venta donde estaba me reventaba el ventero, porque pagara la costa, y paguéla tan de presto, que á la otra vida volando se partió, dejando el cuerpo. Supe que Diego Euiz y todos mis compañeros
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