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*27 escopeteros; pero esta noticia no arredró al capitan, el cual яе hallaba dispuesto á resistir hasta el último trance. Los bandidos que se hallaban de guardia, habían empe¬ gado á foguearse con los escopeteros, los cuales efectivamen¬ te tenían rodeado todo el Puntal de laZ'rra y subían por él oon lentitud, como si la idea de un triunfo positivo los ani¬ mase. Pedro dividió los treinta hombres que tenia en vario» grupos, animándolos á todos con promesas pecuniarias, y prometiéndoles toda clase de recompensas y premios. En breve, los escopeteros se hallaron frente á la cuadri- #a, y entonces comenzó un fuego horroroso, el cual se pro¬ longó hasta las doce de la noche, hora en que á los bandidos se les acabaron las municiones. Los escopeteros entonces volvieron á avanzar, y casi á boca de jarro comenzaron á fu¬ silarles, y muchos cayeron á aquella primera descarga; pero otros comenzaron A pedir misericordia lanzando gritos de desesperación. Juan de Montoya, mandó entonces que los que quisiesen rendirse avanzasen dejando las armas en el suelo; y asise hizo en efecto, viéndose Pedro al poco tiempo solo y aislado. Re¬ suelto, sin embargo, ή vender cara su vida, ampárase en el tronco de una encina y desdoblando la hoja de una larga navaja, comenzó A retar A los escopeteros, pero estos avan-r zando hasta apoyar los cañones de sus armas en el pecho, le obligaron á rendirse, atándole luego fuertemente. De esta manera compareció Pedro ante su terrible ene¬ migo, D. Juan de Montoya, el cual le dijo: que si en aquel encuentro no le fusilaba era porque queria entregarlo vivoá los tribunales de justicia, para que estos dictasen la penaá que se había hecho acreedor por sus muchos crímenes. Pedro se encogió de hombros ante la palabra de don Juan, y le dijo: que puesto que tenia que morir, le baria un gran favor en rematarle cuanto antes, dando de esta manera pruebas de caridad y misericordia. Sonreíase D. Juan á su vez, é insistió en sus anteriores palabras. Y volviéndose á su gente mandó que se empren¬ diese la marcha hácia Luccna, toda vez que la cuadrilla que-