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— M — Sacó cuatro copias de esta carta para evitar que dejase de llegar á las manos del gran Sacerdote de Menfis, y puso cada una en una caja de éba¬ no: en seguida llamó á la borrica, al perro, al cuervo y á la paloma, y di¬ rigiéndose primero á la borrica, la dijo:—Ya sé con qué fidelidad servís¬ teis á Balaam, mi compañero; pues bien, servidme á mí lo mismo. Id, que¬ rida, y entregad esta carta al sumo Sacerdote de Menfis, y volved en se¬ guida’ La borrica respondió:—Yo os serviré con la misma fidelidad que serví á Balaam: iré y volveré lo más pronto que pueda. El sábio la puso en la boca la caja de ébano y ecbó á correr con la velocidad de un rayo. En seguida habló al perro de Tobias en estos términos:—¡Oh perro fiel У más ligero que el veloz Aquiles! Yo sé lo que hicisteis en otro tiempo por Tobias; pues bien, llevad ahora con !a misma lealtad esta carta á Menfis. El perro le contestó:Así lo haré. Mambrés habló también á la paloma, ■a que le respondió:—Señor, así como llevé el ramo al arca, llevaré ahora v uestra carta; y tomándola en el pico ecbó á volar. Bien pronto se perdie¬ ron de vista los tres correos. . Entónces se volvió Mambrés al cuervo, y le dijo:—Yo sé que en otro tiempo conducíais el pan al profeta Elias, cuando estaba escondido cerca nel torrente Garit. Ahora no os pido más que llevéis esta carta á Menfis; nías el cuervo le respondió;—Es verdad que yo serví en otro tiempo al pro¬ feta Elias, pero era tomándome cada dia la mitad de su ración. Si me ase¬ guráis dos comidas diarias durante mi comision y me adelantáis algún co¬ mestible, os serviré; de otro modo nú. Mambrés, colérico, le respondió:—Goloso y maligno animal, no me ex¬ traño que Apolo, siendo tú blanco, te volviese negro por la traición que hi¬ ciste á la bella Coronis, desgraciada madre de Esculapio; y no quiso dar su carta á este desvergonzado animal. Así,se separaron poco contentos uno ue otro. CAPITULO VI. \ Uer/a el rey de ľanis á donde estaba Mambrés.—Ámásida y el Toro van ά ser sacrificados. En esto aparecen á lo lejos torbellinos de polvo: óyese el ruido de los tambores, trompetas, pífanos, salterios, cítaras y sambucos. Avanzan en mecido número los soldados de infantería y caballería del rey de Tanis, fiúién iba á su cabeza montado en un hermoso caballo adornado de oro y Purpura. Delante de él iban los heraldos gritando: «Que se coja al Toro manco, que se le ate, que se le arroje al Nilo y que se le dé å comer aJ Pm de Jónás, porque el rey Nuestro Señor, que es justo, quiere vengarse ue]1 Toro blanco, por haber hechizado á su hija.» El buen anciano Mambrés quedo entónces más reflexivo que nunca, pues c °noció que el maligno cuervo había puesto todo en noticia del rey, y que Toro blanco. 3