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truirse mutuamente. Compañías enleras volaron por los air es ^ri- esplosione«. Was de una vez en el discurso de este largo siU° ^ ficaron los horrorosos combates de contra-mina, île que ’jjł qued iban al mismo tiempo muertos y sepultados. Los habitan! 6 '*^ puesto en comunicaciou las casas horadando los tabiques, У cU3 .

franceses estaban en ellas, desde los sótanos, los pisos alto* У , aö tf 9 caleras se les hacia la guerra mas cruel y mortífera; no les qu ß< recurso para apoderarse de ellas que poner gran cantad «Ί ( * e gtţs ^ en algunas de las habitaciones bajas y volarlas, juntamente e° D nodados defensores. Los principales edificios, como el conven 0 β |. Francisco, la Universidad y otros, habían volado por los aires» fr|(r

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so de las minas, pues de otra manera bien conocían los general®»^ ceses que no era posible tomarlos. El l. e de febrero tuvo el tø

la pérdida irreparable del jefe de ingenieros, el general Ł

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herido de un balazo en la frente al apoderarse de unas ó ua .^*f, r el*'

; cas JÍ destruidas. El soldado francés empezaba á murmurar y á maml® 8 *^ ¡t ramente su descontento, diciendo que se les destinaba á p^ ecPr ^S 1 totalidad bajo las ruinas de la plaza, y que era justo q№ '°\øs ci> ' cuerpos del ejé.r ilo francés coop rasen á una empresa tan fl l 9^ p 0 nf ( La epidemia mas horrorosa , y la escasez de víveres vinieron γ pes3 í el colmo á tantas desgracias. El mismo Palafox cayó enfermo- ( ¡i de esto, la resistencia continuaba con tesón; y el mariscal L jjď mismo tiempo que alentaba á sus soldados, escribía á Ñapo· dole noticia de lo que acontecia. , „1 <J |]I - - - -ja 1 -tli«

«Jamás he visto, señor, (decía) un encarnizamiento 'S 0 jj e v¡ !

»muestran nuestros enemigos cu la defensa de esta plaza. q, »á las mujeres dejarse matar delante de la brecha; cada casa . ρ # »re un nu vo asalto. Si no tomáramos las mayores precaucm 1 ^ ^eP »tra pérdida seria inmensa... El sitio de Zaragoza en nada * l0 g f[ ( »á nuestras anteriores guerras. Para tomar las casas nos f iC ¡ a do- e * t »cisados á hacer uso del asalto ó de la mina. Estos desgr· 1     #’ »defienden con un encarnizamiento, del cual no es fácil -| l0 rfO$ţ »idea. En una palabra, señor, esta es una guerra qñ e ,: n tO s ’· »La ciudad arde en este momento por cuatro puntos d |S rJ n 1 »llueven sobre ella centenares de bombas; pero nada l ,asta l j e | »timidar á sus defensores. Al presente trato de apoderarme- pøi* 1 »bal, que es un puesto importantísimo. Así que caiga en n« »espero que la ciudad no resistirá largo tiempo.» er0 n Pero tanto valor, tanto heroísmo y tanta abnegación tl,vl ^ e foXb sucumbir á ios multiplicados golpes de la desgracia, y el y trå 1 ^! ro capituló la capital de Aragón, despues de 62 días de ^ ßj 1 abierta, de los cuales ocuparon 29 para entrar en la pía* 3 ' · los combates de casa en casa.