<38>

— 58 — ,, Viendo el caballero que ya Oliveros habia cumplido su palabra, volví la espada á la vaina, y con mucha serenidad y afables palabras , 1c ^i 0 ' Dime, Oliveros, ¿te acuerdas de un don Juan Talabor, que después de habe 1 navegado y caminado contigo por diversas tierras murió, y habiendo e® bargado su cuerpo un mercader por una gruesa cantidad que el difunto X a ' labor le debía, tú la pagastes, y desembargando su cuerpo le hiciste d ar honrosa sepultura? Oliveros le respondió que de todo se acordaba ® и У bien: á lo que replicó el caballero: pues sabe que soy aquel don Juan X a labor, yo soy el que te dió en el desierto armas, caballo y gente, el qu e te asistió los tres dias del torneo, el que te dió todo lo necesario para p re ' sentarte al rey de Inglaterra la noche última del torneo, el que dijo J llevó å Artus á la prisión donde estabas en Irlanda, j el que te dió el re ' medio para la enfermedad de Artus. Todo lo cual he hecho por tí en r e ' compensa de aquella deuda que por mí pagaste y del entierro que hici» te á mi cuerpo, por cuya obra de caridad permitió Dios nuestro Señor que У® saliese de las penas del purgatorio y te sirviese en tus necesidades; la c aU ' sa porque el primer dia del torneo te traje los atavíos y los caballos negro s < fué por dar á entender las tinieblas en que estaba; el segundo dia los tra* ges colorados, por significar el fuego del purgatorio en que estaba p ur * gando mis pecados; el tercer dia fueron los atavíos blancos, en signifié' cion de la limpieza y puridad que mi ánima esperaba para subir á los d e ' los. Quédate en paz con tu mujer, hijos, joyas y reinos, y no te olvid eS de hacer obras de caridad; y diciendo esto desapareció, dejando al rey У á la reina llenos de admiración y consuelo. De allí á poco tiempo volvió Artus á la córte de España, de cuya visi' ta quedaron muy complacidos el rey, su esposa y toda la córte, y todos porfía se esmeraban en agasajarle y divertirle. Por este tiempo el infaO te Enrique hijo de Oliveros se habia hecho un arrogante mozo, y era en es¬ treme querido de todo el reino; asimismo Glariza habia llegado ya á la ed a de la pubertad y estaba dotada de gran hermosura al par que de un talen¬ to despejado ; su padre juzgó muy acertado el darla por esposa á su in° * vidable amigo, y un dia que se hallaban todos presentes, tomando à su hi¬ ja por la mano,dijo: querido hermauo Artus, ya es tiempo que hagas asien¬ to en tu reino, que aunque está en él tu señora madre para regir y mandar» siempre serás tú mas temido y respetado que ella, y en este caso será ta®' bien conveniente que tomes estado ; si esto que te propongo merece ® aprobación, me atrevo á ofrecerte á mi hija Clariza por esposa, porque aSl nuestra amistad sea mas'ligada con doble parentesco. AI oir Artus las razones de Oliveros tuvo gran placer en ello, y I e que siempre le habia tenido por su mayor amigo y protector : que jamás s e habia opuesto á sus disposiciones, y por tanto no seria razón apartarse e® tonces de su voluntad, antes por el contrario, estaba persuadido de q ue adelante se tendría por mucho mas feliz en ser su yerno. En virtud d ß