<9>

alli »p n — 9 — . cacio», aina * u deber y tu gloriosa carrera: entretanto, no rae pidas espli- ец eg e * de los misterios que has visto en esta noche; un dia los sabrás, y te u p a serás dueño de la mano de Zoraida, mano que te he ofrecido y daj dot С ^° e ^ a delante de Dios. Al dirigirte á Ceuta, huye cuanto pue- tOeuor ? s inmediaciones del Serrallo, que caminando así no hallarás el qu e n °bstáculo que le imposibilite el regresar á la ciudad. Yo aun tengo algunos deberes como caballero y como hombre agradecido, y í° «e priva de señalar el tiempo que lardaremos en volvernos á ver: pullij õ&s, hasta que yo te avise, á estos lugares, rţua sin duda serian tu se¬ maini' .' 0ra ‘^ a queda, como siempre, confiada á mi paternal desvelo; te f lľe cuanto te he ofrecido; vamos y confiemos en Dios, blado S *' es Personajes atravesaron el subterráneo, y colocándose en el ta— teriö! en que rabian bajado, lomaron á subir hasta encontrarse en el mis¬ re^,“ relrete > desde el que salieron al salon de recibimiento; en este se bas n , n . ' as promesas y el llanto, y una tierna despedida puso fin á aque- qu e * la Pificas escenas que tanto abaten, animan y exaltan á los corazones «1 ц/ е ar »an. A los pocos instantes, Julio se deslizaba silencioso por entre s¡u _ l ' 8 8° y ramaje de la sierra en dirección á Ceuta, á cuyo punto llegó de s ľ?dad antes de amanecer; á esta misma hora, Abalar, se despedia e| n u “'ja, encargando su custodia y cuidado á Marta y Julian, que con ao 8*o Carlos eran los únicos sirvientes que tenia la casa, el último debía á su anciano amo en su viaje; los dos cabalgaron sobre dos her- qu e 8 caballos árabes, y desaparecieron con velocidad de la vista délos ,ац п desde las ventanas de la casa, les saludaban agitando los pañuelos.

CAPITULO II.

<Ja ^ a de Áliatar á Tánger.—Declaración de guerra ά Marruecos.—Üañ principio las operaciones militares. t° c 5, nl ? 8 de ponerse el sol en las costas de Africa, Aliatar y su escude- de ‘phan por las puertas de Tánger dirigiéndose á la Alcazaba: el mes hab,! , m bre d e Ί809 terminaba el mismo dia en que la bella Zoraida se Vos ^ es P e( Udo de su padre y de su amante, quedando triste, pensativa y > encerrada en el fondo de la casa titulada del Renegado. s °na s n Una de las casas mas inmediatas al palacio en que residen las per¬ da p a rea 'es cuando se hallan en Tánger entraron los dos viajeros , sin du- da ¡ a a eiudar los trajes de camino y tomar algún reparo. Ýa bien entra¬ ci jefe i e , anc ' an0 Aliatar se dirigió á la Alcazaba, y anunciándose CV, de la guardia, fue conducide á la presencia del gran califa Muley- do onÜ as » esle le recibió con la mayor amabilidad, y aun le alargó la ma- 3?°.»migo, diciéndole: C(íri *eio 16 env * a d° á llamar, oh sabio Aliatar, porque necesito de vuestros Vuestro 8 * cariño que me profesáis hace treinta años, la sinceridad de a amistad y el exquisito tacto con que sabeis dirigir las empresas mas 2