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de músicas, γ papeles, con que ftieron avivmdo la llama de sus finezas, y ςΐ fuego de sus alhsgos». Con licencia de la d-ma, 1л novbe de Jueves Samo, e-te »Ro de setecientos y ocho, determinado fűé á la casa de don Diego* don Pedro, y le halla en su cuarto y en presencia, de los hi] os, y otros das , ó tres hidalgos, pidió que le concediese de doña Luisa la mano, pues deseaba la dicha de ser sa esposo, y esclavo. Era díon Diego scbcrvfo, muy colerico, y muy vano, ^respondióle desatento, y le dijo remera rio:. Las hijas de Cavalleros, la vez que toman estado, es con gente de su igual,, no con sugeto mas bajo. Vara de medir en casa? ni la quiero, ni la gano, que yp no soy Mercader, ni aun io fueron mis criados. Busque mas mediano empleo, q«e el que pretende es muy alto, no le faltará á don Pedro, de las que están vareando, hija de оно Mercader, novia , que entienda sus tratos; y vay.se , porque estoy muy corrido de escucharlo, y agradezca que rept imo ίο mm ho que me lia enfadado. Quedó don Pedio Natera del todo desesper do, y sin esperar mas lances, como un león desatado, siendo la Ln¿ua la espada,

fe dijo: A desvergonzados respondo yo de esta suene; y en lo alto de los cascos . le dió tan valiente golpe, que lo dejó atolondrado. Los que estaban de visita, los hijos, y los esclavos, arrancaron las espadas, y todos con el cerraron* Y entre todos parecia Basilisco emponzoñado, que mataba con los ojos, según disparaba rayo?. Llegó don Diego Pabon á embestirle, y el airado, del ultimo finiquito le dió la carta de pago,. Y al menor de los mancebos,, que era un valiente muchacho, le despachó por la posta, como quien dice, jugando.. Viendo a sus. amos difuntos, llegó-un negro por un . lado, nías don Pedro con la daga uñas amba le ha dado por la panza, y el mondongo le derramó, y el redaño. Llegó el hermano mayor, su enemigo por cuñ-do, y de una fiera estocad» cayó en el suelo rQU.mdo, mas le libró ch· la muette el coleto que es b zarro. era la c s< un incendio, siendo un bol an mimado don Peut o con las centellas, que en su espada se fraguaron. D tiró la fiera pendencia espacio tan dibu.do, que pudo e¡ Cotitgidor tener noticia del caso. Y con toda la cuadrilla de ministros,y escribanos,