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CADA CUÁL ARRIMA EL ASCUA A SU SARDINA

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PASILLO

S'a/e e/ hombre. Hombre. —Desde Levante á Poniente ó en lo que baña la luna, no se encuentra una semilla más ridicula y más mala que las mujeres, señores; hablo con razón sobrada, son conjunto de la envidia, soberbias, desesperadas, amigas de que las quieran /y de estar muy bien preciadas, para estar con ellas bien no hay cosa como elogiarlas, decirlas: señora mía, Dios colmó á usted de su gracia, los ojos que usted disfruta valen más que toda España; hay otras muy buenas mozas, altas, recias ý gallardas; pero las pobres carecen de tan hermosas ventanas, al mom lito se sonríen

y dicen las muy taimadas ese es favor, caballero, el que aprecio, muchas gracias; á otra aunque sea muy fea, si la dicen: esa jaca, uy, uy, uv, ese cuerpo, vaya un almacén de gracias, se desanchan y se ponen como una esponja mojada, sin otras doscientas cosas.... Sale la mujer dice. Mujer. —Vivan los tios machacas, qué gracia ie ha dado Dios, óigame usted camarada, ¿ha vaciado usted el discurso? pues sepa el señor pela pavas, que el que ustedes nos celebren no hace maldita la falta, que nos quieran mucho menos, y si muy en hora mala estuviera todo hombre, más allá de Tocc-tarpa,