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y el Señor les dijo entonces: Ego Sum, y se caían en tierra todos postrados, que moverse no podían. Dióles el Señor licencia, y con la saña maligna, furiosos* aprisionaron al Redentor de la vida. A palos, á puntillones y á patadas lo derriban; lo ataron de pies y manos, juzgando se les iría, y llevándolo arrastrando, hacia la ciudad caminan con algazara y estruendo, con voces y gritería. Entran en jerusalen, y por balcones y esquinas, por puertas y por ventanas unos á otros se decían: ya está aquí el facineroso, el que se hacia Mesías. Se lo presentan á Anas, y á Cristo, por su doctrina y discípulos pregunta; y el Cordero sin mancilla dió una sumisa respuesta. Un traidor con mano inicua dió á Cristo tal bofetada, que le cruzó la mejilla. Se estremecieron los cielos, y el Redentor le decía: ¿en qué ofendí tu persona, eue así maltratas la mia? Sufrió allí el Señor mil burlas, y Anás luego determina se lo lleven á Caifás, por ver lo que de él baria. Le recibió muy gustoso pues deseado íe había; y á Jesus le preguntó II qpe si era él el Mesías, i conjuróle por Dios vivo, У el Señor le respondía:

tú lo has dicho, y muy en breve entre nubes á la vista tendréis al Hijo del Hombre. Blasfemado ha! repetia Caifás: ¿qué esperais más prueba? Una criada decía: ¿venís con el embustero? á Pedro, y él respondía: no he conocido tal hombre, y luego el gallo le avisa. Cayó San Pedro en su yerro, y llorando se salia hechos sus ojos dos fuentes, dos canales sus mejillas. A Pilato al Señor llevan, y este.su inocencia vista, sabiendo ser Galileo, al rey Herodes lo envía: quiso hiciera algún milagro, mas Cristo no respondía. Le trató, al fin' como loco con vestidura ridicula, y á Pilato lo devuelve, porque hbciera de El justicia. Mas viendo el juez su inocencia, libertarle determina, quiso darle corregido, y lo entregó á aquella inicua é inhumana gente suya, que su coraje desquitan. Con una púrpura vieja rey de farsa lo publican, con una caña en la mano, v su Santa Sien ceñida. e' Su sacra barba le mesan, de los cabellos le tiran, escupiéndole en el rostro, y doblando la rodilla; como á Rey le saludaban, y al darle golpes decían: adivina quién te dió; si eres Cristo, profetiza. Una corona le trazan con setenta y dos espinas,