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No se oye ya la voz de su dulzura alzar de amor el himno en el festin, ni el carilo audaz que inspira la brabura hace latir el pecho al paladin, Proscripto ya, yen extranjero suelo llora infeliz su malhadado amor... Tú, que cruel, causaste su desvelo, ten, ¡ay! piedad del triste Trovador. El ronco son de belicosa trompa llamó tal vez á la sangrienta lid, y entre el rumor de la guerrera pompa pronto marchó y alegre el adalid. Lánzase audaz, y... vana es su esperanza, no encuentra fin su malhadado amor; ansia morir, y en la enemiga lanza no halla piedad tampoco el Trovador. La imagen fiel de su adorada hermosa mira brillar en ilusión falaz, véla despues fugarse presurosa sin atenderai ruego de.piedad. Nunca jamás su desventura impía podrá calmar con su delicia amor; tan solo ya bajo la losa fria puede encontrar piedad el Trovador. Si hay una flor qué cojas, ¡oh enemiga! para adornar mi fúnebre ataúd, seré felivel dia que consiga dejar alli dormido mi laud. A lí, mi bien, los últimos quejidos de su laud dedica el Trovador; y el corazón suspensos sus latidos quiere á tus pies agonizar de amor. Yo de tu voz la armónica dulzura sentí, feliz, mi pecho penetrar, ¡oh! yo te vi, simpática figura, coa tu cendal mis lágrimas secar. Y ahora, por fin, en mi aflicción me dejas ¡ah! compasión pedia nai dolor! veo, ángel, ven, que al exhalar mis quejas quiero á tus pies agonizar de amor. Yo Trovador, yo pobre y sin fortuna, osé mirar las gracias de tu tez...