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— σ — ao sea que os cause opilación. Ea, pues, alegraos, fieles, que el rio viene turbio, sin duda nos anuncia otro diluvio; pues tengo leído en el doctor Lon ginos que el segundo diluvio ha de ser de buenos vinos. y haciendo relación de sus señales, dice se sacarán los árboles frutales, de las nubes lloverán abadej os, aceitunas, pimentones y conejos, almendras tostadas, quesos salados, magras, chorizos y carneros asados. ¡Ay de vosotros, calvos, en aquel dia, si no tapais bien vuestra calvería! pues si os pegan las aceitunas al cogote se volverán al cielo de rebote. Entonces á Mahoma le dolerán las muelas y romperá con ellas huesos de ciruelas; entonces, digo, cuando las nubes lluevan buenos vinos, cuando los arroyos crucen los caminos, cuando las fuentes manen mistela, y el Ebro se convierta en vino de Tudela Entonces sí que los cirujanos dejarán de matar á los cristianos. Los boticarios venderán sus botes, y se pondrán sobre sus oj os los pegotes, al ver que ninguno acude á su oficina á buscar para sus males medicina. Porque á la verdad, seria una locura, viendo que el vino quita calentura: Omnius calentura curatur á vinus. Son los efectos del vino tan probados que si muchos lo supieran no fueran aguados^ pues á mas de curar las lombrices tiene otros efectos mas felices: quita la reuma y perlesía, y es un gran remedio para la melancolía, Pero estos efectos no los causa todo el vino, y así pensar en ello seria un desatino, porque hay vino de sí tan pernicioso, que aun el olor ofende y es dañoso. De este bebió Arrio el malvado cuando en las secretas le hallaron reventado. ¡Ojalá, decia el hereje Calvino, las mujeres que lo gastan bebieran de este vino! Para que viendo á estas reventadas quedaran las demas escarmentadas. Mas no hablo yo de este en mi sermon, hablo sí, de aquel que echado en el velón