<7>

de las mongitas descalzas que estaba con santo celo curando a las religiosas de tabardillos molestos. Entre dos comendadores en el coche la metieron, dan la vuelta a palacio , y visitando al entermo, tomándole el pulso dice: diga, señor caballero, ¿de qué pende esa dolencia? él dice: de sentimiento, y de un gran dolor continuo, que desecharlo no puedo. ' Fntonces ella responde: no es mucho ese sentimiento, ni aquese dolor es mucho, pues que de dolor no ha muerto. Aoenas ie echó en los labios aquel bálsamo supremo, se levantó dando gracias al divino Padre Eterno. Queriendo tomar la puerta la atajaron los vuelos, diciendo: señora, deténgase, que hay que curar otro enfermo. Entonces ella responde: por mi vida que no puedo detenerme ni un instante, ni á curarlo me atrevo, si en público no confiesa todas sus culpas y yerros. Dijo ei enfermo que sí, que estaba ya casi muerto, y le hieren las heiidas como trescientos mil perros. Mandó juntarse la gente de sus parientes y deudos, hasta los mismos criados que en palacio están sirviendo: á todos pido perdón, pero á mi hermano primero. El hermano le perdona al instante y al momento.

Hermano y señor : tu esposa era una joya sin precio, era una arca de esmeraldas, ejemplo de los ejemplos, dechado de las mugeres, y espejo de los espejos. Y yo tan vil criatura quise ofender tu respeto, y por querer ofenderla me tuvo seis meses preso; y yo por vengaime de ella la levanté el falso enredo. Don Alejandro que escucha, echó mano al fuerte acero, diciéndole: vil hermano, »tcevido y desatento, por haberte perdonado en tu sangı e no me vengo. Entonces la Peregs ina le fué untando con los dedos las heridas, y al instante se levantó tan bueno. .Grande copia de doblones, que pasan de trescientos, la dan á la Peregrina, y ella haciendo menosprecio, dice: guarde las monedas, quiten allá ese dinero, que quizas les hará falta para sustentar los negros: mas con cuidado miraba el don Alejandro atento el rostro á la Peregrina, y el traslado de su pecho viendo que todo era uno, se abrasó en vivos incendios, la dice: señora mia, |de qué patria ó de qué reino es usted, aunque perdone? Ella con suaves ecos le responde: señor mio, yo soy de todos ios reinos , vecina de todo el mundo, y á mí me llaman por eso