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que de mi furor temblaban muchos en la ciudad misma. Aprendí á jugar las armas con tal valor y destreza , que á pocos dias salí como el maestro maestra. Y la causa de mi vida tan abominable y fea la diré, porque es muy justo que todo el mundo lo sepa. Vivía junto á mi casa de lindo cuerpo y presencia un hijo de un caballero llamado Fabian Herrera. Gustaba mucho de hablarme y que le correspondiera; mas como dice el adagio; las burlas vienen á veras. Robóme su amor el alma y yo viéndome sin ella, le dije si me queria por esposa, y la respuesta que me dió, que no igualaba en calidad ni en hacienda, y que me fuese con Dios á mi casa en hora buena, que ya tenia su gusto en dama de mas nobleza. Obedecí su mandato, y cual leona sangrienta troqué el amor en rigores,, y en veneno las finezas. Entré en mi casa furiosa, aguardando que viniera la noche para vengar de mi enojo la soberbia : me puse un calzón de ante, con una media de seda, y un caleto de mi padre, (que Dios en la gloria tenga) yarmada de punta en blanco tomé la espada y rodela, y con una carabina bajé veloz á la puerta : vile que e,staba en la calle hablando por una *eja con cierta dama, y llegando le dije dç esta manera :

infame sin atenciones, ¿cómo atrevido desprecias el honor de mi linage, sabiendo que soy tan buena como cuantas puede haber? y así yo vengo resuelta á que me quites la vida ó he de quedar satisfecha; ea cobarde ¿á qué aguardas ? y el mozo puesto en defensa se defendia bizarro, pero poco le aprovecha, que con cuatro ó cinco herida» cayó mortal en la tierra. Alborotóse la dama al ver su esperanza muerta; pero de un carabinazo cayó como una cordera. Vino al pùnto la justicia, mas yo corno una saeta me sali bien prevenida á la ciudad de Antequera ; este fué el primer motivo para dejar á mi tierra : para olvidar á mi patria, tan poderosa y amena. Llegué á la ilustre Granada, fértil, pais de Amaltea, donde estuve algunos dia» gozando la primavera. Dejé mi nombre y me puse Raimundo, por Espinela, > siendo pues por mi valor respetada donde quiera. Senté plaza de soldado y en el presidio de Ceuta estuve catorce meses en la militante escuela. Y un dia de San Francisco, no sé sobre qué pendencia, quitóla vida à un paisano; mas fué mi suerte tan buena, y mi dicha, que no quiso que nadie me descubriera. Pocas dias se pasaron cuando la fortuna adversa_ me condujo en un barquillo á la ciudad de Marbella,