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dispara tus duras flechas contra el que así rae maltrata. Amaate falso y traidor ¿cómo me dejas sin causa, en tan terrible miseria y de la muerte cercana? Sacra Virgen del Rosario, mi Princesa y abogada, alcanzadme que confiese, porque no peligre mi alma. Puse al rostro mi escopeta bien prevenida de balas, por el eco de la voz llegué á parar donde estaba: vi una temprana belleza á un duro tronco amarrada, desmelenado el cabello, y de ropas despojada. Cuando vi tal hermosura no pude hablarla palabra; viéndome ella tan suspenso de aquesta suerte me habla: llega, mancebo, y no temas, que soy persona humana, y mis pecados me tienen en el sitio en que me hallas; desátame y te diré mi pena, fatiga y ansia, y también los alevosos que son de mi mal la causa. Compadecido en estremo, un fuerte cuchillo saco, corto los gruesos cordeles que á aquel ángel sujetaban. Me quité al punto el gabán y encima se lo arrojaba , cubriendo sus blancas carnes, que con el sol se comparan. Mirando á un lado y á otro, vide estar entre unas matas la ropa que siempre fué de aquel desengaño causa. Ella suspira y solloza pidiendo al Cíelo venganza,

y mirándola la dije : por Dios, hermosa Diana, por la Virgen del Rosario, que me digas lo que pasa. Agradecida responde estas siguientes palabras: «has de saber, noble jóven, que en Trujillo fui criada; hija soy de un caballero, ue don Diego se llama, e Castro por apellido, que es lo mejor de España; mi madre doña Isabel de Mendoza intitulada; y por gusto de padrinos á mi me llaman Rosaura, tan amada en mis principios como ahora desgraciada. Vivia pared en medio, mas abajo de mi casa, un hijo de un labrador de hacienda algo moderada, mozo, galan y valiente, discreto y de linda traza, que se llevó mi afición y me amó con vigilancia? mas como las calidades unas con otras no igualan, tuve lugar una noche para escribir una carta, dándole á entender por ella que me saque de mì casa, y que sea con secreto y con cautelosa maña; mas el alevoso amante, á un primo suyo le daba cuenta, que traidor é infame fué causa de mi desgracia. A los catorce de agosto me sacaron de mi casa, bien prevenida de joyas, y de muy costosas galas, eomo al presente las ves, que ellas mismas lo señalan·.