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PERPETRADOS EN RAREELONA EN LA

TRISTES EFECTOS

Fortaleza pido á Cristo y ä la Virgen pido gracia para poder relatar un suceso que me espanta; este siglo de las luces oscuridad tiene tanta, que tienen que andar á tientas por los senderos las almas. Así es que muchas veces, sin saber por dónde andan, tropiezan con sû ruina, tropiezan con su desgracia. Mas dejemos las razones filosóficas, que agradan tan solo al que las comprende, y hablemos frases mas claras: espliquemos el suceso aun que mucho horror nos causa. Para algunos escarmiento, para todos enseñanza será, y siendo provechosa la relación ya nos basta. En la noble Barcelona y en una calle que llaman de la Cadena, vivia un matrimonio con calma;

DE UN AMOR

Juan le llaman al marido, María á la esposa llaman, mujer de bien si las hay, sin ningún pero ni tacha, pues que todo el vecindario no puede decir palabra en contra de esa infeliz victima de ruin hazaña; el marido es un buen hombre, de familia muy honrada, y ocupado de portero la subsistencia se gana. Iba mucho á visitarlos, y aun muchos ratos pasaba con ellos, un asistente que Sebastian le llamaban. Era el tal un primo hermano del esposo, y se trataba con una joven, sobrina de la mujer de la casa; tiempo había, según dicen, que esos amores duraban, creciendo mas cada dia en el jóven, que ya ansiaba, terminado su servicio, unirse á jóven tan casta;

CALLE DE LA CADENA. MAL CORRESPONDIDO.

mas ésta, que el vivo fuego del amor no la abrasaba como á su amante, algo esquiva á su pasión se mostraba, á pesar del juramento en que empeñó su palabra. En este estado las cosas, se presentó de mañana, el domingo, el asistente de sus primos en la casa, donde ya encontró á la jóven que con una escusa vaga se fué de casa sus amos por ver á su tia amada. Una vez los dos amantes cruzaran tiernas miradas, sentáronse sin reparo en dulce, amorosa pláctica; él, que en su pecho sentía crecer ardiente la llama de la pasión mas profunda, en calurosas palabras le decia con los labios lo que siente con el alma; mil castísimas promesas, mil juramentos, mil lágrimas