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Le respendìò vigilare, yo de eso culpa no tenga, pero yo te daré el mio, aunque es verdad que lo siento. No qmero yo tu cavallo, sino que te apees luego, y el que venza la batalla, ese quedara por dumo, se desmontó Fierabrás, y ambos à des en el suelo arman tan cruel batalla, que parecia un incendio, que las chispas de las armas querían llegar à el Cielo; pero à los primeros lances el valeroso Oliveros vá à tirarle un gran golpe à Fierabrás con esfuerzo, imsélatu que lo vio, le hurtó vigilante el cuerpo, y sin poder detenerse, dió con la espada en el suelo, y se le fue de la mano, y asi que ¡o viósin defensa, le dice : Muy noble Conde, contempi te prisionero, ò te quitaré la vida, y le respondió ligero: Obra como tú quisieres, que si no me llevas muerto, noes posible el entregrrme, y alzando el brazo sober vio para ir à descargarle, quando en este mismo tiempo con un pedazo de escudo que en la mano traia puesto, se lo tiró con tal fuerza, pero hizo el titro tan cierto, que le quebró la visera, y sobre el ojo izquierdo le metió toda la punta, y pegó un grito tan filero; que el cavallo se asombró, y á la parte de Oliveros viro, y díó dos ó tres bueltas, y à él se arrojó ligero, y recobrando la una, te rodeó, asi diciendo;
Pagano. ya tengo espada,, ahora aquí nos vetemos. Fierabrás le dice : Amigo, mucho en el alma lo siento, vén , y tomarás la tuya, y dame la mia en premio; primero quiero templarla, por vér si es fuerte el acero, y si no es como la mia,, luego después trocaremos, Se embisten el uno al otro, pero á los lances primeros le dió Fier .bràs un golpe, que le cortó todo el yelmo, y parte de la cabeza, y andaba como sin tiento, le aseguró una estocada por el costado izquierdo, cayó el barbaro en la tierra,' estas pdabras diciendo: O valeroso Christiano, pues sin segundo es tu esfuerzo no me acabes de matar, que desde ahora confieso, que es tu Dios muy poderoso, piadoso, infinito, y bueno; llévame presto, Christiano, donde están tus comp ñeros, y dame el Santo Bautismo, que por l istantes deseo; apenas aquesto oyó, à élse arrojó diciendo: 1 Levántate r ob e amigo, que ahora curarte quiero las des mortales heridas, que D.os te darà el remedio,’ y Fierabrás le responde, no dilates mucho el tiempo, porque tengo diez mil hombre* en ese m>nte encubiertos; lo atravesó en el cavallo, y montó à las ancas luego, y a pocos pasos que andubo, reparó, y vió que salieron los que estaban en el monte, y delante un Caballero para librar su S ñor, viene mu veloaque un viento*